Quiero imaginar que un día...
Luis Estrada se levantó de la cama endoselada en la que duerme entre sábanas de seda con la idea "Hagamos una película que sea un parteaguas en la política mexicana como lo fue 'La Ley de Herodes'...", se vistió con su bata de dormir de seda, sus pantuflas de lana, fue a su computadora y escribió las tres primeras palabras que le vinieron a la mente...
Y fué lo único afortunado que hizo por ésta película, por que todo lo demás es un desastre y un fracaso. Escogió a los actores más vistos de los últimos diez años, algunos de los cuales han demostrado que no tienen ni pizca de talento (¿Cecilia Suárez es talentosa? ¡¡Si se le nota de lo más incómoda en su papel de pobre!!), a los iluminadores más mediocres que su poco presupuesto pudo pagar, a los maquillistas más condechos que localizó en su palm-top (el maquillaje de los pobres es de lo más exagerado, casi carnavalesco), al guionista con el que comparte sueños de opio en su departamento de la Condesa, pero sobre todo, aparentemente dejó de beber o de consumir drogas o de hacer algo que hace normalmente, y se refleja en la película. Una sarta de chistes crueles anárquicamente hilados y dirigidos contra los pobres, chistes que atentan desde la lógica hasta los derechos humanos de los propios pobres; aderezados por los mismos estereotipos de los políticos mexicanos, los mismos estereotipos de la iglesa mexicana y mundial, los mismos estereotipos de todo.
Tal vez, lo único afortunado sean las escenas que recrean la premiación en Estocolmo del Premio Nóbel, y sólo tal vez. Se nota que a él nunca lo premiaron ni lo premiarán gracias a ésta película, por que el lugar donde se lleva a cabo la ceremonia es unas (digamos) 20 o 25 veces más grande; pero aún así, hizo el esfuerzo por tratar de recrearlo lo más fielmente posible.